El compromiso virtual de vidas ha sido posible gracias a las redes sociales. 

La disfunción social ocurre cuando la comunicación constante lleva al punto en que nuestra vida real o fuera de línea es reemplazada por la vida virtual o en línea.

La generación actual vive en un mundo donde los teléfonos inteligentes son lo primero y lo último que ven en el día a día. Las redes sociales entretienen la comunicación, fomentan las amistades y ayudan a construir relaciones sólidas y profundas. La línea de base para cualquier comunicación o interacción es la influencia. Cuando la influencia domina mucho, los usuarios experimentan una compulsión a disociarse de la vida real a la vida virtual.

Estas conexiones pueden aumentar o afectar las emociones que causan confusión emocional. El uso de las redes sociales para establecer conexiones y comunicación, también conocidas como redes sociales, siempre es beneficioso, mientras que la sobrecomunicación a través de las redes sociales puede conducir a una disfunción social que es adictiva y causa problemas de salud emocional. 

Cuando el bienestar emocional se ve afectado, muchos usuarios experimentan la compulsión de disociarse del mundo real a medida que encuentran el mundo virtual, lleno de fantasía y disfrute.

Como los humanos somos sociales, buscamos tanto la felicidad como el placer. El placer es un sentimiento momentáneo de felicidad efímera. Las plataformas de redes sociales poseen capacidades inherentes para obtener placeres sociales en el espacio virtual, haciendo que los usuarios se presenten y se comuniquen de una manera agradable y atractiva. La asociación positiva fomenta el aumento de las amistades virtuales, mientras que las asociaciones negativas conducen a una disminución de los niveles de autoestima debido a la comparación social.

Las plataformas de redes sociales tienen una capacidad única para conectar a los usuarios, lo que conduce a un mayor bienestar emocional. La conectividad social recoge una variedad de emociones en forma de felicidad y placer y solo queda preguntarnos ¿qué tanto es placer o felicidad?