En realidad, el trastorno bipolar es bastante frecuente en la población mundial. Éste está compuesto por dos “polos”: la manía o hipomanía y la depresión. Sin embargo, el cambio de humor, de alegre a triste, no basta para diagnosticar esta condición. La presencia de manía, ciertamente lo es.

La manía es un estado de ánimo tendiente a la euforia, a la expansión, irritable y con aumento de energía notable. Las personas en un estado maniaco tienen dificultad para dormir, comer o descansar en general, tienen pensamientos demasiado rápidos y a veces les cuesta seguir el ritmo de éstos, además, tienen dificultad para permanecer en silencio. Por otro lado, es característico de estas personas tener sentimientos de grandeza o una autoestima muy elevada. Parte de este aumento de energía se ve reflejado en conductas adictivas, como las compras excesivas, adicciones a sustancias, actividades de riesgo, etc.

Lo primero y más importante, es que es una condición médica, que es independiente de la voluntad del enfermo. El paciente por más que se esfuerce, no podrá controlar el trastorno por sí solo. Debido a esto, es necesario acudir a un psicoterapeuta y a un psiquiatra. El trabajo combinado de medicamentos y la psicoterapia apropiada, serán, junto con el trabajo individual y familiar, lo que ayude al paciente a salir adelante.

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