En general, cuando antes el consumo solamente se daba para saciar necesidades vitales, hoy el consumo es parte de la identidad y se ha naturalizado. El consumo se ha convertido en el centro de la vida de las nuevas generaciones, provocando que la vida cada vez sea más compleja. En otras palabras, cada día creemos tener más necesidades; a modo de ejemplo antes las personas sabían vivir con tres pares de zapatos, en cambio, hoy las personas tienen más de 5 pares.

Al pasar de los años esto se ha ido saliendo de control, a tal punto que hoy en día a quienes realmente estamos consumiendo es a nosotros mismos. La vida se ha vuelto más complicada, la vida se ha tornado más cara y las personas cada vez menos satisfechas. Vivimos en tiempos donde lo íntimo se ha perdido y nos vemos envueltos en problemáticas sin explicación. Explicado de otro modo, la forma en que hoy en día vivimos ha provocado un incremento en problemas psicológicos, tales como: depresión, ansiedad, problemas alimenticios, codependencia y abuso de sustancias.

El ritmo con el que nos conducimos por la vida no nos permite hacer una pausa para reflexionar; sin embargo, estas situaciones nos afectan desde física hasta emocionalmente. Nos vemos inmersos en el mundo del consumismo, donde la intimidad está pasada de moda y ya no sabemos relacionarnos de manera auténtica. Cada vez, nos es más difícil encontrar espacios en silencio, momentos de conversación profunda y nos resulta sorprendente cuando alguien se abre emocionalmente. El tiempo vuela y perdemos las oportunidades para conocernos y tener un reencuentro con quienes más amamos, empezando con nosotros mismos.

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